Y vi el agua viva deslizarse por la piedra,
la montaña, el alegre abismo,
vi las apretadas casas, sus humos,
el tibio olor de invierno.
Sentí el romper de la granada,
el tacto de los caquis,
sentí la piel del aceite
en los troncos del olivo.
Pude apreciar el horizonte
allá donde solo queda la sombra de un cortijo,
pude escuchar los pajarillos,
el blanco frío que desciende
sobre los troncos del olivo.
Al igual que el agua, la montaña,
el romper de la granada, el horizonte...
Castillo es un claro olivo
sobre el que se posa el invierno,
a dejar sus frutos,
a contemplar lo eterno.
A Castillo de Locubín (Jaén), a todo el IES Pablo Rueda, a los niños y niñas. Por ser como son.
